(©de la fotografía: Begoña Cerro Prada, «Cápsula de latidos en suspensión», 2013)
«Me hago reír, porque mis distintos son público»
(Carlos Marzal, «La arquitectura del aire»)
Estaba yo puliendo y dando esplendor – antes de lanzarlo «a las ondas» – a «Su manera de estar solo«, el post que publiqué a primera hora de la tarde de ayer en este mi espacio de expansión, cuando saltó en la pantalla una notificación de mi cuenta de correo. «Tienes un email» (como decía aquella película de hace años). Me avisaba de la llegada de un mensaje, remitido por la plataforma que alberga este blog, cuyo asunto era «Su blog en 2014«.
Un jarro de agua fría en el momento más inoportuno.
Porque, en pleno regocijo por mi perspectiva inminente de volver a publicar tras largos meses de bloqueo (una de esas «épocas de sequía», que Carlos Marzal, con la sabiduría del hacedor de aforismos, considera siempre «depurativas»), me encontraba, de repente y sin quererlo, en el tiempo de descuento, expulsada del partido.
«Hemos estado muy ocupados armando un informe personalizado que detalla cómo tu blog llevó a cabo (sic) en el 2014!». ¡Los pobres…!
No me dejé enternecer por esa confesión de eficacia profesional y seguí a lo mío, sin abrir el enlace al «informe personalizado». Algo parecido a lo que había hecho hace un par de días con aquello de «El año de Begoña en Facebook«, que nunca quise revisar ni compartir, y que se me apareció – literalmente- cuando menos me lo esperaba y sin haberlo pedido. Y esta vez, lo confieso, me apliqué al ninguneo con la malévola intención de descolocar (cosa que me encanta). Pues debo reconocer, en efecto, que lo que peor me sentó del mensaje no fue esa fingida candidez con que se personaba en mi bandeja de entrada, sino lo que su aparición implica: que le han hecho la eutanasia a 2014 con perversa fruición, dando cerrojazo anticipado – y robándole sus mejores horitas crepusculares- al pobre año envejecido, no vaya a ser que el año nuevo les pille en el despacho «muy ocupados armando informes personalizados». Parecen funcionarios (con perdón).
Así que, mi reciente vuelta al espacio virtual resulta ya extemporánea, fuera de toda estadística y de todo pronóstico, y se sumerge en una especie de agujero negro (tan de moda ahora) del que no sé cómo saldrá, si es que sale.
Mientras tanto, y en esas horas ya para siempre perdidas a los efectos del famoso informe, he revitalizado mi actividad bloguera, he ido a clase de Pilates y a clase de música, he hecho la compra de la semana y el postre para la cena de esta noche, y he deshecho – móvil en mano- un espinoso entuerto profesional (¡y eso que estoy de vacaciones!).
Y también, por supuesto, he leído el «informe personalizado», que comienza así: «Un teleférico de San Francisco puede contener 60 personas. Este blog fue visto por 1.100 veces (sic) en 2014. Si el blog fue (otro sic) un teleférico, se necesitarían alrededor de 18 viajes para llevar tantas personas.»
Al margen del macarrónico castellano en que se expresa, y al margen también de las pingües cifras de balance (mea culpa, supongo) con que se abre el informe, resulta encantadora esa metáfora inicial del teleférico, pensada sin duda para que no decaiga mi ánimo y pueda visualizar con una imagen compacta, en modo-rebaño, a los visitantes del blog, para que así parezcan más. Teniendo en cuenta que probablemente esos «mil cien hijos de San Luis» (¿lo pillas?) son muchos menos, y que bastantes de ellos son commuters o frequent flyers que viajan con frecuencia en este teleférico, la cosa ya se ve de otro color (¡es que la fidelidad a la marca también cotiza!). Otro tema apasionante es el de la información complementaria sobre los viajeros, que el informe desgrana con orden y precisión. A destacar ese item que dice «¿De dónde vinieron»?, y que me indica, sobre un mapamundi, que algunos de los avistadores vinieron de ultramar, de las repúblicas americanas, lo cual tiene enorme mérito si lo hicieron a bordo del teleférico.
En fin, que llegados a este punto, tiré de mi fondo de armario fotográfico y encontré la maravillosa fotografía que encabeza este post, y que yo tenía – para mis adentros – calificada, a su vez, de metáfora insospechada de una bola de Navidad de nuevo cuño colgando del árbol. Ya sé que no es un teleférico de San Francisco, pero este otro es muy gallardo y tiene más donaire.
A ver si en 2015, en las horas que me roben, puedo poner una foto de un vagón de cercanías, en el que cabe más gente.
Gracias por viajar conmigo.